La adquisición del lenguaje es uno de los retos a los que se enfrentan los más pequeños.
Y digo “reto”… quizá los adultos lo vemos como un “reto” pero para los niños suele ser un aprendizaje cómodo y natural (siempre y cuando no aparezcan complicaciones, que existen en muchos casos).
Como adultos, debemos ayudar a los niños a que ese aprendizaje sea apropiado y consecuente a su desarrollo. Es habitual que adaptemos nuestro lenguaje al suyo de forma normal, casi sin pensarlo. Pero podemos hacer muchas otras cosas.
Comento en este post unas pequeñas consideraciones que me parecen interesantes e importantes:
- Todos conocemos esa etapa ineludible, en que los niños preguntan por todo. Parece que su discurso gira sólo a través de las dudas y las preguntas…
Pues bien, en estas etapas debemos, una vez más, armarnos de paciencia.
Y además, debemos hacerles también a ellos muchas preguntas: qué opina acerca de esto, qué le parece esta otra cosa, qué cree que significa aquello… Con todo esto, logramos que hablen (estimulación del lenguaje) y que piensen (desarrollo cognitivo).
- Cuando los más pequeños cometan errores lingüísticos, lo más adecuado es no corregir inmediatamente (diciendo bien la palabra, o con una negativa…) sino usar nosotros una frase que corrija la suya de forma más natural.
Lo explico con un ejemplo: si dice “me guta el plátano”, en vez de decirle “no se dice así, se dice me guSta”, resulta más apropiado decir “pues a mí me gusssta más el melón” (haciendo hincapié en esa s, que muestra su error).
- Y en cuanto a las emociones en el lenguaje. Teniendo en cuenta que la inteligencia emocional es infinitamente beneficiosa, debemos estimularla desde muy temprano. Así, resulta muy útil acompañar con gestos y movimientos aquello que decimos. Por ejemplo, utilizando un movimiento de manos o gestos con la cara para asociar la emoción con lo que decimos (cara de asco, sonrisa grande, …).
Y termino con una frase:
El lenguaje es el vestido del pensamiento (Samuel Johnson).